BIOGRΔҒIΔ


No se tienen datos precisos que indiquen con fidelidad el lugar de nacimiento de este cantatutor. Tampoco hay misterio. Será que no quiere que se sepa, será lo de menos. Esta negativa no es así para su edad o sus preferencias. Sin embargo, sólo le importa el decir con música, con letras, lo que el mundo le parece.


Zared nace un solsticio de primavera, bajo el signo chino del dragón, mucho antes que el tiempo del fin de siglo se cumpliera. Su afinidad por la música le viene del deseo por el encanto, cuando pasaba las tardes acostado en el suelo, escuchando las melodías que un tío suyo solía tocar por las tardes, en el piano.


Tan sólo como escucha, la música lo había hecho amigo del ritmo y el patetismo de los momentos climáticos del piano clásico y decimonónico.


La cosa no queda ahí: la inquietud por hacer algo propio viene de la mera curiosidad de hacer que algo parezca hacerse desde una decisión arbitraria; la armonía, desde lo inconexo de una nada desprendida del aburrimiento. Su primer y única experimentación, con la que siguió esporádicamente a lo largo del tiempo, fue una guitarra. Tomó clases privadas con mediano éxito y que se quedaban en la reproducción de canciones favoritas.


La influencia lunar del rock pareció ser, para él, el único hechizo qué realizar. Tocar sólo era una prueba; un conjuro sin arbitrio.


Nada lo llevó a tener la seguridad de hacer algo propio hasta que la vida se le iba de las manos. La monótona constitución de los días y los años en que el trabajo convierte la vida en algo ajeno al deseo, lo hizo inventar 30 canciones con su música a guitarra. Tituló su primer obra: ANTES QUE MUERA EL DÍA.



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